Una vida de oración

 

A  través de los años he aprendido algunas verdades acerca de la oración. No sé todo lo que hay que saber acerca de ella, pero he aprendido principios claves de la PALABRA que me han ayudado a caminar en victoria. Estos principios harán lo mismo por ti.

 

Antes de continuar, entiende que no estoy diciendo que nunca más tendrás problemas o retos. Efesios 6:12 dice: «La batalla que libramos no es contra gente de carne y hueso, sino contra principados y potestades, contra los que gobiernan las tinieblas de este mundo, ¡contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes!». Los desafíos vendrán. Pero el problema nunca es con Dios, o con la gente. El problema está en el área del recibir. Y también debemos pelear contra las fuerzas de las tinieblas—el diablo.

 

Por la gracia y la misericordia de Dios y el poder de tu fe, puedes sobreponerte a esos obstáculos y recibir oraciones contestadas. Gracias a Dios tienes el Nombre de Jesús, la PALABRA de Dios y el poder de Su Espíritu— «las armas con las que luchamos»— los cuales garantizan los resultados cuando oramos (2 Corintios 10:4).

 

En muchas ocasiones mi familia y yo hemos tenido que orar nuestro camino de salida; hemos aprendido que los creyentes pueden vivir victoriosos en Jesucristo, sobreponiéndose a los problemas. Si Jesús es tu SEÑOR y salvador, tienes la victoria en Él.

 

La voluntad de Dios es el cielo en la Tierra

 

Lo primero que debes hacer es establecer tu pensamiento en la verdad de que cuando fuiste salvo, también fuiste liberado de la maldición y de todos sus efectos, los cuales se enumeran en Deuteronomio 28. Gálatas 3:13-14 dice: «Cristo nos redimió de la maldición de la ley, y por nosotros se hizo maldición (porque está escrito: «Maldito todo el que es colgado en un madero»), para que en Cristo Jesús la bendición de Abrahám alcanzara a los no judíos, a fin de que por la fe recibiéramos la promesa del Espíritu».

 

Puede que te preguntes porqué los efectos de la maldición todavía están sobre ti si eso es cierto. Están sobre ti porque no te has despojado de ellos. No has creído y recibido lo que es tuyo. Los efectos de la maldición están aquí en la Tierra, pero no tienen ningún derecho a dominarte o tener algún poder sobre ti a menos de que cedas ante ellos y no tomes ventaja de lo que es tuyo en Jesucristo. Santiago 4:2 dice: «Pero no obtienen lo que desean, porque no piden». El versículo 3 continúa diciendo: «y cuando piden algo, no lo reciben porque lo piden con malas intenciones». Tal como uno banco necesita tener procedimientos para poder extraer dinero, Dios nos ha dado la manera correcta de orar para que podamos ver resultados.

 

Cuando empieces a entenderlo, te darás cuenta que la idea que el mundo tiene de cómo orar, no es oración en lo absoluto. La oración no es tratar de obtener la atención de Dios. La oración no es tratar de hacer que Dios haga algo. Él ya lo ha hecho. El ya envió a Jesús a la Cruz.

 

La oración es comunicación con Dios, creyendo y recibiendo lo que Él ya nos ha dado en Jesucristo. Todo lo que alguna vez vayas a necesitar está en Jesús, y cuando lo hiciste el SEÑOR de tu vida, te fue otorgado. Todo lo que nos queda a nosotros por hacer es recibirlo. Y debe ser transferido del reino espiritual a este reino natural. Filipenses 4:19 declara: «Así que mi Dios suplirá todo lo que les falte, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús».

 

El plan de Dios para responder a nuestras oraciones es lo que Jesús nos dijo cuando oró: «Venga tu reino. Hágase tu voluntad, en la Tierra como en el cielo» (Mateo 6:10). Dios creó la Tierra para el hombre como una copia del cielo, un lugar para vivir con las mimas características del lugar en el que vive Dios. Pero debido a que la maldición vino sobre la Tierra, no todas las cosas terrenales están en línea con el plan de Dios. Dios no creó al hombre para que estuviera cargado con los efectos de la maldición como el pecado, las enfermedades, el miedo, la incredulidad o los espíritus malignos. Su voluntad es que el cielo y la Tierra estén íntimamente correlacionadas.

 

Vive una vida de oración

 

Así que orar —oraciones Bíblicas de verdad— debe ser un estilo de vida, y no solo un plan de contingencia. En Lucas 18:1, Jesús enseñó en una parábola: «en cuanto a la necesidad de orar siempre y de no desanimarse». Él no se refería acerca de usar la oración y la fe como una salida de escape después de que todo se ha derrumbado. Él estaba diciendo que tu vida entera debería estar edificada alrededor de la oración.

 

El Apóstol Pablo estuvo de acuerdo. Él dijo: «Oren sin cesar» (1 Tesalonicenses 5:17). No esperes a que sea tu pastor el que haga tus oraciones. No esperes hasta que las cosas estén mal para orar. Desarrolla una comunicación con Dios todos los días. Escúchalo. Aprende Su manera de hablar, lo que hace, y cómo funciona Su sistema de oración.

 

La oración siempre está disponible para todos. No hay ninguna situación que descalifique a alguien de la oración, porque Dios no hace acepción de personas (Hechos 10:34). Hechos 2:21 declara que: «Y todo el que invoque el nombre del Señor será salvo».

 

De acuerdo con Gálatas 3:28: «Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer, sino que todos ustedes son uno en Cristo Jesús». Dios bendice con igualdad de oportunidades. Él no sólo escucha a la gente “buena”. El pecador más grande, sumergido en el pecado más profundo, puede hacer la oración de arrepentimiento y recibir a Jesús como su SEÑOR. Y desde ese momento, está calificado para continuar en todas los otras áreas de la oración.

 

La única situación de la que no existe rescate es aquella en la cual, por rebeldía, nos rehusamos a orar. «Pero no obtienen lo que desean, porque no piden» (Santiago 4:2).

 

No dejes que ése seas tú. En su lugar, vive una vida de oración, recibiendo lo que Dios tiene para ti.

 

Acércate confiado… por medio de Jesús

 

Cuando oras, no tienes que conseguir la atención de Dios. Ya la tienes. De acuerdo con Hebreos 7:25, Jesús vive por siempre para hacer intercesión por nosotros. Hebreos 4:13 dice: «Nada de lo que Dios creó puede esconderse de él, sino que todas las cosas quedan al desnudo y descubiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que rendir cuentas».

 

Dios conoce tu situación. Y es de vital importancia tu vida de oración. Los versículos 14-16 continúan diciendo:

 

«Por lo tanto, y ya que en Jesús, el Hijo de Dios, tenemos un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, retengamos nuestra profesión de fe. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado. Por tanto, acerquémonos confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para cuando necesitemos ayuda».

 

Cuando haces a Jesús el SEÑOR de tu vida, entonces tu vida de oración, tu acercamiento a Dios, es a través de Él. Oras al Padre, en el Nombre de Jesús. Es en Su justicia, en Su Nombre.

 

Oras en Su “camino nuevo y vivo” como vemos en Hebreos 10:19-20: «Hermanos, puesto que con toda libertad podemos entrar en el Lugar Santísimo por la Sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, es decir, de su propio cuerpo».

 

¿Por qué puedes entrar tan confiado ante el trono de la gracia? Porque Jesús es tu Sumo Sacerdote. No entras basado en cuán bueno eres. La Sangre de Jesús te ha puesto en la posición correcta con Dios. Has sido hecho la Justicia de Dios en Jesucristo (2 Corintios 5:21). 1 Pedro 3:12 dice: «Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos están atentos a sus oraciones».

 

Tienes el derecho de orar y esperar resultados. Jesús hizo esta promesa: «Que todo lo que pidan al Padre, en mi nombre, él se lo concederá» (Juan 16:23).

 

Tu derecho de creer y recibir

 

No importa quién eres ni lo que hayas hecho, tienes el derecho de creer. Juan 3:16 dice: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna». Jesús murió por todo el mundo. Si eres un ser humano, tienes el derecho de creer que Jesús es el SEÑOR.

 

Una vez que entres en el ámbito de declarar que Jesús es tu SEÑOR y salvador, tendrás cada derecho que Jesús tiene delante de Dios cuando se trata de orar, creer y caminar con Dios. Compartes con Él cada privilegio de tener a Dios guiándote, enseñándote y desarrollándote, de mantenerte bien y mantener a tu familia.

 

Gálatas 3:29 dice: «Si ustedes son de Cristo, ciertamente son linaje de Abrahám y, según la promesa, herederos». Si has hecho a Jesús SEÑOR, eres semilla de Abrahám, y tienes el derecho de creer y recibir las promesas de Dios.

 

Romanos 4:16 dice: «Por tanto, la promesa se recibe por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia, tanto para los que son de la ley como para los que son de la fe de Abrahám, el cual es padre de todos nosotros». Si eres semilla de Abrahám, las promesas de Dios son seguras en tu vida. Una promesa segura es aquella que sucede cuando te mantienes firme en ella.

 

La PALABRA de Dios es un cimiento de concreto en el que puedes apoyarte. Ésta apuntala toda oración efectiva. Así que, házla la autoridad final en tu vida. Jesús dijo: «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mateo 24:35).

 

Siempre comienza con el final

 

Basa tu vida de oración en lo que Dios ya ha dicho, y hecho. La Palabra de DIOS —la espada del espíritu— es Su parte en tu vida de oración, y está disponible para cualquiera que así lo decida. La PALABRA es una copia de tu pacto con Dios, firmada con la sangre de Jesús entre Dios el Padre y Jesús Su Hijo. Y no existe falla alguna en ninguno de ellos.

 

Es fácil creerle a Dios cuando sabes de antemano lo que Él ya dijo. La fe llega cuando sabes por anticipado cuál es Su voluntad. Y Su voluntad es Su PALABRA. Encuentra las promesas en Su PALABRA que cubren el área que necesitas, y ora basado en esas promesas. Cuando lo haces, empiezas con la respuesta; empiezas con la verdad.

 

Acude siempre a Dios basado en las respuestas que encuentras en la PALABRA. Cuando tienes fe en Dios y en lo que Él dice, la fe empieza a crecer en tu interior. Una vez que sabes lo que Dios ya ha dicho acerca de un tema específico, cree que lo recibes. Creer es una palabra que tiene acción, así que alábale y agradécele a Dios por la respuesta.

 

Orar en el Nombre de Jesús, basado en lo que Dios ha dicho, te pone en una posición de recibir de parte de Él. De hecho, autoriza a Dios a obrar en tu vida. No se basa en lo que sientes, se basa en creer lo que Dios dice—creer es la clave.

 

Recuerda: tienes el derecho de orar y tienes el derecho de creer. Jesús murió por el mundo entero para que cualquiera que crea pueda recibir la victoria por la que Él ya ha pagado. Dios no hace acepción de personas; sin embargo, Él sí hace acepción de fe.

 

Aprende a orar y a mantenerte en Sus promesas por cada una de tus necesidades. Siempre que deposites tu confianza en Dios y en Su PALABRA, Él responderá.