Judá era el cuarto hijo de Jacob con su esposa Lea, y el jefe de una de las 12 tribus de Israel. Las otras 11 tribus descendían de los hermanos y medio hermanos de Judá.

 

El segundo hermano más joven de Judá, José, era el preferido de su padre, y Judá y sus hermanos odiaban a José (Génesis 37:3-4). Un día, los hermanos arrojaron a José a una cisterna y conspiraron para matarlo. El mayor de los hermanos, Rubén, se opuso a este plan, con la intención de rescatar a José de manos de los otros (versículos 21-22). Sin embargo, mientras los hermanos almorzaban, y en ausencia de Rubén, se acercó una caravana, y Judá ideó la idea de vender a José como esclavo a los mercaderes de la caravana (versículos 26-17). Los hermanos aceptaron, y vendieron a José y se lo llevaron a Egipto.

 

Es posible que Judá sintiera remordimiento o culpa por sus acciones, pues "en aquel tiempo, que Judá se apartó de sus hermanos, y se fue a un varón adulamita que se llamaba Hira" (Génesis 38:1). Allí, Judá se casó con una mujer cananea que le dio tres hijos: Er, Onán y Sela. Cuando Er creció, Judá le dio una esposa llamada Tamar. Pero Er era un hombre malvado, así que el Señor le quitó la vida (versículo 7). Siguiendo la costumbre del levirato, Tamar fue dada a Onán, quien egoístamente se negó a darle hijos a Tamar (versículo 9). Sela era demasiado joven para tomar esposa, así que Judá ordenó a Tamar que viviera como viuda en casa de su padre (versículo 11).

 

Al cabo de varios años murió la esposa de Judá, y éste se afligió. Cuando se recuperó, viajó a Timnat para supervisar el esquileo de sus ovejas. Tamar, que seguía siendo viuda a pesar de que Sela había crecido, se enteró de que venía su suegro e ideó un plan. Tamar se puso un velo y se hizo pasar por prostituta en el camino de Timnat (Génesis 38:14). El velo ocultó su identidad a Judá y éste se acostó con ella. Tamar se quedó embarazada, que era su objetivo desde el principio. Tres meses después, cuando Judá descubrió que su supuestamente casta nuera estaba embarazada, se llenó de ira: "Sacadla, y que sea quemada", exigió (versículo 24). Mientras la sacaban para castigarla por prostituta, Tamar presentó pruebas de que su embarazo se debía a la propia inmoralidad de Judá. Judá vio su hipocresía y se arrepintió, diciendo: "Más justa es ella que yo, por cuanto no la he dado a Sela mi hijo" (versículo 26). Judá no volvió a tener relaciones sexuales con Tamar después de aquello. Más tarde dio a luz gemelos, dos varones llamados Fares y Zara (versículos 29-30).

 

Mientras tanto, Dios estaba con José, el hermano de Judá, en Egipto, elevando a José a un lugar de poder sólo superado por el propio faraón (Génesis 41:39-40). José había interpretado el sueño del rey que advertía de siete años de abundancia, seguidos de siete años de hambre, por lo que el faraón encargó a José que recogiera grano para almacenarlo durante los años de escasez. Bajo la supervisión de José, se reservó una gran cantidad de grano (versículo 49). Cuando la gran hambruna azotó la tierra, afectó incluso a Canaán. Judá y sus hermanos viajaron de Canaán a Egipto para comprar parte del excedente de alimentos. José acabó revelándose a sus hermanos, que estaban arrepentidos de lo que le habían hecho (para más información, ver Génesis 42-45).

 

Pronto, José llevó a toda su familia a la tierra de Egipto, donde sus descendientes vivirían durante varios cientos de años, de acuerdo con el gran plan de Dios para Su pueblo. Allí murió Jacob, y antes de fallecer, llamó a todos sus hijos para bendecirlos. A pesar de todas las faltas de Judá, la bendición de Jacob fue maravillosa y generosa; en ella, Jacob predijo que la casa de Judá sería la más grande, y que el cetro, o gobierno, no se apartaría de sus descendientes (ver la bendición completa en Génesis 49:8-12). Las palabras de Jacob se cumplieron, ya que, muchos años después, el linaje de Judá produjo al rey David y su dinastía y, finalmente, a través del linaje de Fares, llegó el Mesías, Jesucristo, llamado "el León de la tribu de Judá" (Apocalipsis 5:5).