La vida de Job demuestra que los humanos con frecuencia no son conscientes de que Dios actúa de muchas maneras en la vida de cada creyente. La vida de Job también es una de las que suscita la pregunta común: "¿Por qué a las personas buenas les ocurren cosas malas?". Es una pregunta clásica y difícil de responder, sin embargo, los creyentes saben que Dios siempre tiene el control y que, pase lo que pase, no hay coincidencias, nada ocurre por casualidad. Job era un creyente; sabía que Dios estaba en el trono y en total control, aunque no había forma de saber por qué estaban ocurriendo tantas tragedias terribles en su vida.
Job era "hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal" (Job 1:1). Tenía diez hijos y era un hombre muy rico. La Biblia nos dice que un día Satanás se presentó ante Dios y éste le preguntó qué pensaba de Job. Satanás acusó a Job de honrar a Dios sólo porque Dios lo había bendecido. Así que Dios permitió que Satanás le quitara a Job sus riquezas y sus hijos. Después, Dios permitió que Satanás afligiera físicamente a Job. Job se afligió profundamente, pero no acusó a Dios de haber obrado mal (Job 1:22; 42:7-8).
Los amigos de Job estaban seguros de que Job había pecado para merecer el castigo y discutían con él por eso. No obstante, Job mantuvo su inocencia, aunque confesó que deseaba morir y le hizo preguntas a Dios. Un hombre más joven, Eliú, intentó hablar en nombre de Dios antes de que el mismo Dios le respondiera a Job. Job 38-42 contiene algunas de las poesías más impresionantes sobre la grandeza y el poder de Dios. Job respondió a las palabras de Dios con humildad y arrepentimiento, diciendo que había hablado de cosas que no conocía (Job 40:3-5; 42:1-6). Dios les dijo a los amigos de Job que estaba enfadado con ellos por hablar falsedades sobre Él, no como Job, que había dicho la verdad (Job 42:7-8). Dios les dijo que ofrecieran sacrificios y que Job oraría por ellos y Dios aceptaría su oración. Así lo hizo Job, probablemente perdonando él mismo a sus amigos por su dureza. Dios restituyó la fortuna de Job dos veces (Job 42:10) y "bendijo el Señor el postrer estado de Job más que el primero" (Job 42:12). Job vivió 140 años después de su sufrimiento.
Job nunca perdió su fe en Dios, ni siquiera en las circunstancias más desgarradoras que lo pusieron a prueba. Es difícil imaginar que perdamos todo lo que tenemos en un solo día: propiedades, bienes e incluso hijos. La mayoría de las personas se sumirían en la depresión y tal vez incluso se suicidarían después de una pérdida tan grande. Aunque estaba lo suficientemente deprimido como para maldecir el día de su nacimiento (Job 3:1-26), Job nunca maldijo a Dios (Job 2:9-10) ni dudó en su conocimiento de que Dios seguía teniendo el control. Por el contrario, los tres amigos de Job, en vez de consolarle, le dieron malos consejos e incluso le acusaron de haber cometido pecados tan graves como para que Dios le castigara con la miseria. Job conocía a Dios lo suficientemente bien como para saber que Él no actuaba de esa manera; de hecho, tenía una relación tan íntima y personal con Él que era capaz de decir: "aunque él me matare, en él esperaré; no obstante, defenderé delante de él mis caminos" (Job 13:15). Cuando la esposa de Job le sugirió que maldijera a Dios y muriera, Job le respondió: "Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?". (Job 2:10).
La situación de Job, desde la muerte de sus hijos y la pérdida de sus bienes hasta el tormento físico que soportó, más el sermón de sus supuestos amigos, nunca hizo que su fe flaqueara. Sabía quién era su Redentor, sabía que era un Salvador vivo y sabía que algún día Él estaría físicamente en la tierra (Job 19:25). Comprendió que los días del hombre están ordenados (numerados) y no se pueden cambiar (Job 14:5). La profundidad espiritual de Job se manifiesta en todo el libro. Santiago se refiere a Job como ejemplo de perseverancia, escribiendo: "Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor. He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo" (Santiago 5:10-11).
También hay varios hechos científicos e históricos en el libro de Job. El libro da a entender que la tierra es redonda mucho antes de que la ciencia moderna apareciera (Job 22:14). El libro menciona a los dinosaurios -no con ese nombre, pero la descripción del behemot es ciertamente parecida a la de los dinosaurios- que conviven con el hombre (Job 40:15-24).
El libro de Job nos ofrece un vistazo detrás del velo que separa la vida terrenal de la celestial. Al principio del libro, vemos que a Satanás y a sus ángeles caídos se les sigue permitiendo el acceso al cielo, entrando y saliendo a las reuniones que allí se celebran. Lo que resulta obvio de estos relatos es que Satanás está ocupado ejerciendo su maldad en la tierra, como lo registra Job 1:6-7. Además, este relato muestra cómo Satanás es "el acusador de los hermanos", lo cual corresponde a Apocalipsis 12:10, y muestra su arrogancia y orgullo, como está escrito en Isaías 14:13-14. Es sorprendente ver cómo Satanás desafía a Dios; no tiene escrúpulos para enfrentarse al Altísimo. El relato de Job muestra a Satanás tal y como es: soberbio y malvado hasta más no poder.
Quizá la mayor lección que aprendemos del libro de Job es que Dios no tiene que responder ante nadie por lo que hace o deja de hacer. La experiencia de Job nos enseña que quizá nunca sepamos la razón específica del sufrimiento, pero que debemos confiar en nuestro Dios soberano, santo y justo. Sus caminos son perfectos (Salmo 18:30). Ya que los caminos de Dios son perfectos, podemos confiar en que todo lo que hace -y todo lo que permite- también es perfecto. No podemos esperar entender perfectamente la mente de Dios, pues Él nos recuerda: "Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos...Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos" (Isaías 55:8-9).
Nuestra responsabilidad ante Dios es obedecerle, confiar en Él y someternos a Su voluntad, ya sea que la entendamos o no. Si lo hacemos, veremos a Dios en medio de nuestras pruebas, e incluso es posible que lo encontremos a causa de ellas. Veremos más claramente la magnificencia de nuestro Dios, y diremos, con Job, "De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven" (Job 42:5).