Esaú era nieto de Abraham, el gemelo mayor de Isaac y Rebeca (el menor era Jacob). Rebeca tuvo un embarazo difícil, y Dios le dijo: "Dos naciones hay en tu seno,...El un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor." (Génesis 25:23).

 

El nombre de Esaú significa "velludo", que lo describía al nacer (Génesis 25:25). El gemelo de Esaú nació sosteniendo el talón de Esaú y se llamó Jacob, que significa "suplantador", es decir, alguien que engaña a otro para obtener un beneficio personal. La historia del nacimiento de los gemelos sirvió como profecía sobre su futuro.

 

Esaú se convirtió en un hábil cazador (Génesis 25:27), y su padre lo prefería. Su madre favorecía a Jacob. Esaú se tomaba la caza muy en serio; un día llegó de cazar tan cansado y hambriento que pensó que iba a morir (nuestro primer indicio de que Esaú era un llorón). Su hambre, junto con el apetitoso aroma del guiso de lentejas rojas que estaba cocinando su hermano, le convencieron para renunciar a su primogenitura cuando Jacob se la pidió (versículos 29-34). Por su deseo de guiso rojo, Esaú pasó a ser conocido como "Edom", que significa "rojo". El hijo con la primogenitura recibiría una porción doble de la herencia familiar, por lo que la renuncia de Esaú a su primogenitura fue un gran acontecimiento. Para llenar su vientre, Esaú había "menospreciado su primogenitura" (versículo 34).

 

Cuando Isaac estuvo al final de su vida y estaba ciego, le dijo a Esaú que quería bendecirlo. Las bendiciones patriarcales incluían palabras de aliento y proféticas sobre el futuro. Rebeca escuchó a su esposo y le dijo a Jacob que pretendiera ser Esaú para que pudiera recibir la bendición de Esaú. Mientras Esaú estaba cazando y preparando la comida como Isaac había pedido, Rebeca preparó el plato favorito de Isaac. Hizo que Jacob vistiera la ropa de Esaú y pusiera piel de cabrito en sus manos y cuello para que pareciera velludo como Esaú (Génesis 27: 14-16). Jacob llevó a Isaac la comida y fingió ser Esaú, contándole a su padre una serie de mentiras. Isaac le creyó y le dio a Jacob una maravillosa bendición que incluía una profecía de que él sería el señor sobre su hermano (versículo 29).

 

Más tarde, cuando Esaú trajo su comida e Isaac se dio cuenta de que Jacob lo había engañado, Isaac quedó horrorizado (Génesis 27: 33). Esaú recurrió a los lamentos, rogándole a su padre por una bendición. Isaac no encontró mucho que decir, excepto que Esaú eventualmente descargaría: "su yugo de tu cerviz" (versículo 40). Esta profecía se cumplió cuando los descendientes de Esaú se rebelaron contra los descendientes de Jacob (2 Reyes 8:20). Esaú se llenó de amargura y juró matar a Jacob después de la muerte de su padre (versículo 41). Rebeca se enteró del plan e intervino, diciéndole a Jacob que se alejara.

 

Años más tarde, cuando Jacob regresó a Canaán, temió que Esaú intentara matarlo a él y a sus hijos. Así que le envió un suntuoso regalo por delante y pidió a Dios que lo salvara (Génesis 32:9-15). Pero se equivocó respecto a Esaú: "Esaú corrió a su encuentro y le abrazó, y se echó sobre su cuello, y le besó; y lloraron" (Génesis 33:4). Los hombres no podían vivir en la misma zona porque Dios los había bendecido tanto con hijos, posesiones y ganado, así que Esaú se trasladó a la región montañosa de Seir, una zona al sur del Mar Muerto (Génesis 36:7-8).

 

A pesar de que los hermanos hicieron las paces, los descendientes de Esaú, los edomitas (también llamados idumeos), nunca se llevaron bien con los descendientes de Jacob, los israelitas. Edom se oponía y luchaba regularmente contra Israel. Gran parte del problema era que los edomitas eran paganos y los israelitas seguían a Dios. Los profetas Jeremías y Abdías dijeron que Dios "quebrantamiento de Esaú traeré sobre él" (Jeremías 49:8) y que los edomitas serían finalmente destruidos (Abdías 1:18).

 

¿Qué podemos aprender de la vida de Esaú? Esaú se concentró más en las cosas terrenales que en las cosas de Dios. Prefería satisfacer sus antojos físicos que recibir las bendiciones de Dios. El escritor de Hebreos utiliza a Esaú como ejemplo negativo de impiedad: "no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas" (Hebreos 12:16-17).

 

Este pasaje también muestra cómo nuestras acciones tienen consecuencias, y a veces esas consecuencias son permanentes, incluso después de haber visto la locura de nuestros actos.

 

El hecho de que Esaú fuera el hermano mayor, aunque Jacob recibiera la primogenitura, tiene un significado teológico. A la madre de Esaú se le había dicho antes de dar a luz a los gemelos que "el mayor servirá al menor" (Génesis 25:23). Así pues, la elección de Dios, antes de que ninguno de los gemelos hiciera nada, bueno o malo, ya estaba en marcha. Pablo utiliza esta historia para demostrar que nos salvamos "no por las obras sino por el que llama" (Romanos 9:11). La soberanía y la elección de Dios no se pueden frustrar: "Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí...Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia" (versículos 13 y 16, cf. Malaquías 1:2-3).