¿Dios perdona?

 

Dios se declara "¡El Señor! ¡el Señor! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado" (Éxodo 34:6-7). El Dios de la Biblia es un Dios que perdona. De hecho, la Biblia dice: "No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia" (Miqueas 7:18). Otras traducciones dicen que "se complace en la misericordia". Así que el Dios de la Biblia realmente disfruta perdonando. Tanto es así que Isaías 30:18 dice: "Por tanto, el Señor espera para tener piedad de vosotros, y por eso se levantará para tener compasión de vosotros" (LBLA). Entonces, si Dios anhela tener misericordia, ¿qué está esperando? ¿Cómo recibimos este perdón que Él está ansioso por darnos?

 

El perdón de Dios se obtiene a través del arrepentimiento. Primera de Juan 1:9 dice: "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad". Sin embargo, no se trata simplemente de confesar nuestros pecados a Dios. El verdadero arrepentimiento conlleva alejarse de esos pecados y volver a confiar en Dios. En 2 Crónicas 7:14, Dios promete: "si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra". Esa promesa se repite en Jeremías 36:3: "y se arrepienta cada uno de su mal camino, y yo perdonaré su maldad y su pecado". Dios perdona a cualquier pecador que, humilde y arrepentido, se aleja del pecado y vuelve a Dios. Primera de Juan 1:9 deja claro que todo lo que tenemos que hacer es pedir. No hay necesidad de haber vivido una vida digna antes de cometer el pecado o de compensar nuestro pecado con buenas obras después.

 

Jesús afirmó que el arrepentimiento era lo único necesario cuando le perdonó al criminal que estaba crucificado a Su lado. Otro criminal arremetió contra Jesús, pero éste le reprendió diciendo: "¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas este ningún mal hizo...Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino" (Lucas 23:40-42). A lo cual, Jesús respondió: "De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lucas 23:43). Este criminal había cometido un grave delito que merecía la pena de muerte. No hay evidencias de que en su vida anterior hubiera tenido alguna virtud que pudiera redimirle. Como estaba en la cruz, la muerte era inminente, por lo que no habría oportunidad de compensar su pecado haciendo buenas obras en el futuro. No se bautizaría, ni haría más oraciones, ni evangelizaría a los demás. Estaba a punto de morir y sabía que la muerte era la "debida recompensa" por sus obras.

 

La Biblia enseña que la muerte es en realidad la merecida recompensa por todos y cada uno de los pecados: "Porque la paga del pecado es muerte" (Romanos 6:23). También enseña que "no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque" (Eclesiastés 7:20; ver también Romanos 3:10-11, 23). Como el criminal en la cruz, todos estamos condenados a muerte. Gracias a Dios, Romanos 6:23 termina con "mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro".

 

El criminal en la cruz nos muestra la forma de recibir esa nueva vida en Cristo. En primer lugar, reconoció su pecado y aceptó que merecía la muerte. En segundo lugar, reconoció a Jesús por lo que es: el hijo de Dios quien vivió una vida santa y sin pecado y luego ofreció Su vida en la cruz. Y por último, le pidió a Jesús que tuviera una relación con él. Este humilde arrepentimiento era todo lo que necesitaba el criminal para recibir el perdón y una vida con Jesús en el Paraíso.

 

De hecho, el rey David sabía por su propia vida pecaminosa, marcada por el adulterio y el asesinato, que los sacrificios que Dios acepta son "el espíritu quebrantado; un corazón contrito y humillado" (Salmo 51:17). Con el ejemplo del criminal condenado a muerte y del rey David, asesino adúltero, que fueron perdonados por Dios, podemos estar seguros de que no hay pecado por el que un pecador humilde y arrepentido no pueda ser perdonado. Es más, Dios está ansioso por perdonar el pecado y mostrar misericordia y extender Su compasión. Él sólo está esperando tu corazón arrepentido.